jueves, 4 de marzo de 2010

Pedro Boloqui Poeta Gauchesco

Pedro Boloqui, poeta de la pampa de antes:
Articulo del Señor Horacio Ortiz ( Rincón Gaucho Diario La Nación)

No le hizo falta alejarse de su pago para ser bastamente conocido y lograr que su nombre perdurara pues la gauchesca gana hondura en Pedro Boloqui.
Nació el 30 de junio de 1908 en la estancia La Belén, en la localidad bonaerense de Manuel J. Cobo, donde su padre era capataz. La considerable distancia entre ese establecimiento y la escuela fue el motivo por el cual aprendió a leer y a escribir con ayuda de su madre, en su casa. Su infancia estuvo empapada de imágenes criollas que marcarían el resto de sus días y que volcó con enorme fidelidad años más tarde, en su obra poética.
Ya instalado junto a sus padres en una chacra cercana a la ciudad alternó su vocación por la escritura con otras actividades como el reparto de leche en el pueblo y, asociado con un amigo, el manejo de una forrajería en la que se organizaban guitarreadas que acortaban las horas y achicaban las reservas del comercio, que, finalmente, cerró.
En 1936 ingresó como meritorio en la Policía, donde empleó su diplomacia para conciliar entre las partes comprometidas en los conflictos propios de una localidad en la que todos se conocían; ya publicaba sonetos y poemas en el diario El Fomento y en la revista Juventud .
Al mismo tiempo empezó a participar en obras teatrales de aficionados, algunas de las cuales se basaron en guiones que él mismo escribió. Esas intervenciones le sirvieron para estrechar vínculos con instituciones como el Club Independiente, para el que escribió las letras de la marcha y el himno a Rivadavia, que hasta hoy es el símbolo musical de la Escuela Nº 33. Es esa, quizás, la etapa más prolífica de Boloqui, cuyos poemas son musicalizados por Pedro de Ciervi, Orlando Urruspuru, Tomás Acuña y Juan Antonio Francesi, entre otros. Como corolario de esa época edita en 1940 Viento arriba , el primero de sus libros y en 1946, De vuela y media . Años más tarde, se trasladó a Chascomús, donde tuvo a su cargo el Museo Pampeano hasta 1955, cuando fue separado del cargo luego del golpe militar. Retornó a Lezama y se casó con Ana María Píccolo, bella lugareña, veinte años menor que él, con la tuvo tres hijos.
"Fue mi primer y único amor, un compañero increíble", dice Ana María, musa que influyó en el poeta para la creación del poema "Tú". Es ella también quien recuerda, entre muchas anécdotas, que una tarde golpeó la puerta de su casa un hombre alto, con una guitarra y un pequeño portafolios. Era Atahualpa Yupanqui, que esa noche cantaba en un club del pueblo y había adelantado unas horas su viaje para visitar a Boloqui, su admirado amigo.
Sus escritos se referían a sucesos y costumbres propias del medio en el que siempre estuvo inmerso. Veamos por ejemplo, el poema Lo que es lindo : "Dormir en algún rancho con hendijas/ donde puedan espiarse las estrellas,/ mientras mueren de a poco las brasitas/ apagando su luz lo mismo que ellas."
Más romántico se torna en ¿Será él? , que dice en su décima inicial: "Sobre el brocal que resguarda/ el viejo pozo aguatero/ con su percal dominguero/ la moza, sentada, aguarda./ Se ve en lo inquieto que tarda/ quien su cariño presiente,/ porque llevando a la frente/ una mano espera alerta/ la vieja huella desierta/ donde no asoma el ausente."
Boloqui fue, además, creador de la peña El Cencerro y en 1967 editó Tropilla surera , su último libro. Omar Moreno Palacios, Mario Pardo, Los hermanos Abrodos, Suma Paz y Alberto Merlo se sumaron a los musicalizadores de su obra e hicieron una gran contribución a la difusión de la misma. Su indiscutido prestigio profesional, a pesar de que le aportó escasos réditos económicos, le permitió frecuentar a bohemios trasnochados hasta su muerte, el 11 de febrero de 1971.
Si fuera preciso destacar uno de sus poemas, nadie dudaría en citar al menos un fragmento de Aromas de tiempos viejos: "Paisano vengo de lejos/ por huella de evocaciones/ y traigo con mis canciones/ aromas de tiempos viejos./ Moros pampas y azulejos/ cuentan mis trovas señeras/ y al ir pechando tranqueras/ que a nuestro ayer se cerraron/ paso, como antes pasaron/ en tropel las montoneras."

Algunos Poemas de Don Pedro:

Escuela gaucha

Estaba el potro ensiyao
en la playa, campo ajuera,
pa que Nicasio subiera;
un hijo de Pancho Aldao.
El viejo lo había agarrao
con atención al bagual;
una mano en el bozal
y otra en la oreja de modo,
que tapaba con el codo
el ojo del animal.

El mozo, el basto tantió
pisó el estribo y liviano,
como puesto con la mano
sobre el recao se quedó.
El pingo medio se arquió
como arroyando el peyejo,
y ansina entonces el viejo
viendo a su gaucho prolijo,
estas palabras le dijo
dándole fe en su consejo:

"Güeno m'hijo; haga coraje
y apriete bien las rodiyas,
qu'es capaz de hacerse astiyas
beyaquiando este salvaje.
Priéndaselé y aunque raje
la tierra en cada bufido,
mire siempre precabido
la cabeza del sotreta,
cosa que en cada gambeta
¡no lo haye desprevenido!

Incline el cuerpo pa atrás
estribe corto y seguro,
cosa qu'en caso de apuro
me le eche el "dos" ahí nomás.
Háchelo bien si es capaz,
no le mezquine rodaja,
pues siempre tiene ventaja
salir marcando el rigor;
de no, ande muestre temor
dejuro hay mesmo lo baja...

Dijo el mozo: ¡largueló!
pegó el viejo la cuerpiada,
y como ánima endiablada
la polvadera dejó.
Tuito el campo beyaquió
pero el mozo, sin recelo,
como nacido en el pelo
iba gritando de intento,
y el viejo decía contento;
¡Estos son los de mi suelo!


Milonga para mi Gallo

Anunciador de alboradas visitas y cerrazones,
su origen de cimarrones la grita a las pampereadas.
Con las espuelas "trabadas" luce su estampa machaza.
Y si alguna bataraza cede a su intento amoroso
saca pecho, y canta airoso como el gaucho de mi raza.

Muestra la cresta cortada por picotones en duelo.
Y le cae, como un pañuelo la golilla colorada.
Siempre alerta la mirada vigila atento el plantel.
No sea que alguna infiel le acepte a un pollo un floreo,
y olvide que en su rodeo no aparte nadie mas que él.

Su relumbroso plumaje parece un poncho barcino,
que levantó en el camino por precauciones del viaje.
Nunca mezquina coraje ni se acoquina por nada,
y al soltar la clarinada cuando hecha el cuerpo hacia atrás,
¡se parece a un capataz ordenando a la peonada!

Sabio en cuestiones de amor sin preferencia en el pelo,
no causa envidias ni celos y es con todas cumplidor.
Cuando alguna polla flor viene, mimosa, a su lado,
como criollo enamorado que de su astucia hace gala,
le tiende el fleco del ala y ensaya un "escobillado".

Y así, feliz y orgulloso pasa cantando las horas,
entre tantas ponedoras que lo adoran como "esposo".
Yo pienso, al verlo dichoso que ojalá al hombre también,
la misma ciencia le den para que al fin con fortuna,
pueda arreglarse con una como mi gallo con cien!

Desvirando

Si alguna vez los recuerdos
Con un pesar me acorralan;
Pensando en tus ojos negros
Vuelvo a ganar las bagualas.

Es, como si algo me diera,
No se que fuerzas extrañas,
Para empujar, puerta afuera,
Las amarguras del alma.

Recoje el poncho la pena,
Prende el candil la esperanza,
Y el corazón, abre huella,
Con la sonrisa más gaucha.

Vuelvo a templar con cariño
Las cuerdas de mi guitarra,
Punteo,de vicio,un estilo,
O endulzo alguna vidala.

Canto, y al oirme, en los Moyes,
Canta también la Calandria,
Y hasta el Zorzal me responde:
Sólo tu trino me falta…

Y mientras en el fogón
Se hacen brasitas de Tala,
La pava y el cimarrón
Parece que te esperarán!

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