lunes, 1 de agosto de 2016

La Poesia de Lauro Viana



La guitarra de los gauchos

Como en el aforismo emersoniano
el gaucho no era más
que la mitad de sí mismo
la otra mitad era su guitarra

parco en palabras
esculpía en ritmo sus emociones
y las lanzaba por su boca

reconcentrado y profundo
como esos pozos que acuñan
monedas de cielo
allá en la hondura

para mirarse por dentro
se asomaba a ella como a un brocal
y a la cincha de sus cuerdas
se baldeaba pico afuera

así pulsándola
se pulsaba las propias entrañas

de ella sacaba flores
para las trenzas de su china
y hasta estrellarse con ellas
la noche del chiripá

romántico como era
nacía con una rasguera de guitarras
galopándole en la sangre
la guitarra era arrullo
sobre su rústica cuna

y cuando la adolescencia
le prestaba a su figura
la pincelada del bozo sobre el labio

la guitarra
era la primera mujer
que ceñía entre sus brazos
con ella contra el pecho
inauguraba sus actitudes de hombre

por eso amaba tanto los payadores
se hundía entre sus guitarras
como en una cueva de milagrerías
y afloraba desde ella
como desde una selva
la cabeza resonante de ritmos
y el alma estremecida de alas

todos los personajes más representativos
de la estirpe gaucha
los que podríamos llamar
los arquetipos de la raza
desde Santos Vega
hasta Don Segundo Sombra
pasando por Juan Cuello
Martín Fierro y Juan Moreira
fueron guitarreros y peleadores

no hay historias de gauchos flojos
es que para el gaucho
el hombre no valía
sino como afirmación de lucha
de ahí que alguna de las creaciones
de su guitarra primitiva
fueran exhaltación al coraje




El malambo

el malambo se baila contrapunteando
escenario lógico: la pulpería

suelta la guitarra su ritmo bravío

de la guitarra se contagian
las rodajas de las espuelas
cuyos pinchos lo inoculan al piso de tierra
que enardecido por la inyección
y acobardado por los pinchazos
se rebela y quiere irse, alzándose en polvareda

la atención religiosa del auditorio
tonifica los músculos del bailarín

la misma pulpería se asoma al espectáculo
por la pupila dorada de la botella de caña
que tiembla en el mostrador

el bailarín
en un alarde imposible de agilidad
zapatea avanzando y retrocediendo
con pasos cortos y precisos
fintea con las espuelas
como para despistar de sus intenciones
a un rival imaginario

arranca
zapatea avanzando
y sobre las barbas mismas del contrincante
remata la mudanza de un staccato con brío
como si quisiera
remacharse al piso
para hacerle pata ancha a una embestida

pero el malambo va más allá
hay mudanzas en que el bailarín
sale al medio cuchillo en mano
y al compás de la música
lo va chairando en la bota

y otras en que lo clava en el piso
y le zapatea alrededor
como en un grito salvaje de adoración

enfrenta la liturgia al terminar
la copa de caña que le valió la proeza
es como un cáliz que se alza
en la noche de coraje



La Cifra


la cifra en cuyo galope heroico
siguió acuchillando el aire
con el grito engallado de las primas
y el rumor tumultuoso de las bordonas

la misma tragedia enorme
que ardió en el refucilo de los aceros
y vibró en el tronar de los trabucos

cuando en pos de una bandera
que el viento estaqueaba
contra la luz del cielo
llevando la muerte jineteando
en el filo de los corvos

y la victoria encandilada
en el filo de las moharras
cruzó cargando la montonera gaucha
sobre el silencio verde de la llanura
percudida
por los clarinazos enronquecidos
de putear coraje

la cifra se usaba también
para cantar de contrapunto
o para acompañar historias
o relatos de sucedidos
enancados en ellos
iban estirando los pagos
las mentas de los matreros
y llegaban a los confines
a horrorizar las ranchadas
los estragos del malón

la cifra fue el mester de juglaría
en que se cantó gesto a gesto
toda la epopeya que la raza
hilvanó a coraje limpio

para el gaucho
el hombre no valía
sino como afirmación de lucha
y de ahí
que ninguno de los personajes de su literatura
se moviera en la naturaleza
sino que mas bien
se revolvía entre sus instintos


Vidalita

Pero es en la vidalita
donde la guitarra de los gauchos
se sale de entre la caja
baila sobre la llanura
se emponcha de sol
mira alrededor
y descubre el paisaje
intuye el arte
y se hace pintora
y aunque no ahonda en la naturaleza
nos da por lo menos
su reflejo
la vidalita
es auténtica pena india
que parece pintara
describiera, comentara musicalmente
toda la enorme tristeza
toda la angustia infinita
en que se abisma la pampa
desde que
horrorizados de su desolación
la dejaron abandonada
para siempre los horizontes



El Estilo

Como una vieja tranquera
galvanizada de adioses
toda enmohecida de ausencias
que vuelve a abrirse
una tarde aceitada de regresos

se abrió la guitarra gaucha
como una ventana al cielo
cuando del fondo mismo de las edades
haciendo pie en el ancestro
se le asomaron las albricias
de un mundo nuevo
y así nació
el estilo

como otra guitarra
con bordonas de sangre
vibrando entre sus manos
acordara su temple a sus ardores
pulsó el gaucho ahora a una mujer

y descubrió el amor

no el amor que bramara en su instinto
sino el amor que sube de la entraña
y se hace humedad en los ojos
silencio en las bocas
adoración en las frentes
y al enfrentarnos los pechos
nos va prendiendo las almas
como con broches de luz

y en el rogar forastero
del estilo quejumbroso
va su amor esperanzado
como un cachorrito ciego
aullando sobre los rastros
de la mujer de sus sueños

es en el estilo
profundo de hondura psicológica
donde la guitarra de los gauchos
raya a la mayor altura

en él
en sus cuerdas afinadas
de urgencia inédita
palpita en potencia lo eterno

el estilo es el canto de la raza
reclamando el nido tibio
donde empollar la nidada
que ha de cumplirse en el tiempo

el estilo es el grito del institnto
sutilizado en lamento

el estilo
llora ausencias de mujer


La Milonga

Amenizando las veladas de los descansos
bajo las constelaciones
al resplandor de la llama
con hipo de los candiles
que jadeando junto a la carreta
como en un cansancio de mil leguas
borroneaban de luz la oscuridad
llegó la guitarra al pueblo

pero desertó enseguida

se ahogaba entre los horizontes rotos
le lloraban los estilos
nostalgia de campo abierto
le dolían los malambos
embrujados de nazarenas

se refugió en el arrabal
aledaño a la llanura

desde allí
se asomaba al mostrador de los boliches
a respirar inmensidad
o salía de las tertulias borrosas
a refrescarse de atardeceres gauchos
a esa hora en que la noche recoge las estrellas
y allá atrás del horizonte
las va pasando a degüello
para ensangrentar la aurora

y como el hijo del gaucho
sin dejar de ser gaucho
dio en el compadre
sin dejar de ser gaucha la guitarra
se hizo orillera

por su gestión estética
para arrimar en el tiempo
se injertó de presente
y así retoñó
la milonga

esa garúa musical con que los payadores
amasaron el barro pampa de sus cachorros líricos
y a cuyo ritmo fácil
en los contrapuntos
se cruzaban de un viaje los temas

claro
con dos arpegios engallados a un ritmo
se componía una milonga sencilla
sencilla y aguantadora
como para meterle con todas las cuerdas
y hasta que las velas no ardan

como le metía el negro gabino
en cuyos dedos la milonga fue toque de carga
como fue también
astro preponderante en la noche
el revés de su frente
estrellada por dentro



El Tango

La guitarra
imbuida en los idilios románticos del suburbio
se enmaridó al acordeón
porque una noche
medio ebria de habaneras
quien sabe qué cosa le deslizó en las clavijas

y convertida en proletaria
conchabada en los boliches
o contratada en los bailes
fue mucho tiempo con él
estrellando de rancheras las noches del arrabal
hasta que
grávida de sones nuevos
le llegó el trance obligado
y un día
de entre sus cuerdas tendió sus alas
el tango

cristalización de cosmopolitismo
que amalgama entre su urdimbre
la bravura de las jotas
las impostaciones de la canzoneta

la alegría ingenua
como de percal floreado de la tarantela
las cadencias estiradas
como ponchos al viento de las vidalitas

la tristeza como de gauchos
en el atardecer de los estilos
el adiós que me voy llorando de las vidalas
y el a ver quién me pisa
el poncho de las milongas

pero de la misma manera como en el individuo
por encima de los caracteres asimilados en la cultura
suele primar absoluto
el sacudón del instinto
así también
dominando sobre todo
el conjunto de armonías nuevas
el viejo coraje racial se enseñorea
único
en ese su ritmo bravío
que fija en los cuerpos actitudes procaces
y clava en las miradas carteles de provocación

el tango es el evangelio rojo
de los nazarenos de la puñalada
que andaban por la vida rezando
en sus guitarras sangrientas
padres nuestros al culto de la hombría

el tango es el lenguaraz
que traduce la profunda pena
de todos los tristes
que no saben llorar

en él llora el dolor de la madre
por el hijo que está en cama
por el mirar soslayado de desvíos inminentes
de unos ojos rantifusos
y gime la tragedia
de la sirvientita criada guacha
a quien un día
tal vez por equivocación
le trajo un hijo la cigüeña

el tango es la marsellesa
en que ruge sus dolores el suburbio
o es como un viento imenso
que inflando las almas
las revienta en un gesto requintado de hombría
cuando el taita del arrabal echa adelante su instinto
y arranca de la cintura para escoltar la bravata
su vieja daga de guapo
afilada de coraje


1 comentario:

  1. Muy buena recopilación poética de Viana; material inhallable.
    Felicitaciones.
    Por cualquier cosa, tengo "Pico Blanco", "Camino de tu recuerdo", "Desvelo", y "Cruzando tu olvido"

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